El hormigón avanza, y cubre la losa. Es un acto de equilibrio y destreza: se debe nivelar el hormigón, antes de que se empiece a endurecer, procurando a la vez no pisar los ladrillos de poliestireno. Si uno cede ante el peso, se abre un hueco en la losa por el cual se escapa todo el hormigón, lo mismo que si en un lavatorio se saca la tapa. Una vez que el hormigón empieza a escurrirse, es demasiado tarde, no se lo puede detener.